ANTECEDENTES DE LA FÁBRICA

La concesión obtenida por Pedro Martínez no fue la primera que hubo en el Concejo. Bastantes años antes, en 1905, Federico Echevarría, dueño de algunas de las minas de la zona (en Fuente Dé tenía una), había conseguido dos concesiones. Por un lado, una de 150 litros de agua por segundo del río Remoña «con destino a la producción de energía eléctrica». Por otro, le concedieron «para utilizar como fuerza motriz, con destino a instalaciones mineras, 250 litros de agua por segundo, derivados del río Salvorón y 130 del río Deba [sic], en término de Espinama». No nos consta que llegara a hacer uso de ellas.





"TÍO PEDRO"

Aparte de los detalles, ya comentados, que tenía cuando había enfermos en una casa o en circunstancias especiales, Ciana recuerda un hecho que muestra la bondad de su padre. Un año, en la fiesta de San Esteban, se quedó en La Fábrica para que no faltara la luz durante la misa. Su hija le había dejado la ropa que se tenía que poner para bajar después a Espinama a casa de Pedro Bedoya donde le esperaban para comer. Mientras estaba en La Fábrica, vio a un obrero que tenían para atender la tierra y le preguntó que cómo es que no estaba en la romería. Al contestarle que porque no tenía camisa que ponerse, fue a buscar una y, no encontrándola, cogió la que le habían dejado para que se pusiera él y se la dio. Cuando, pasado buen rato, una hija sube a buscarle ante su ausencia, le encuentra sentado en la cama y le explica lo ocurrido. Ciana se pregunta quién de nosotros haría hoy eso: dar su camisa a otro y quedarse él sin romería para que fuera otro.

También recuerda el consejo que les dio el mismo día de morir: "No volváis nunca mal por mal".



Más cosas de Espinama.es:

Portada
Portada antigua
Presentación
Ubicación y accesos
Algunos datos
Espinama en las Artes
Geografía
Los pueblos
Naturaleza
Imágenes
Rutas
Hostelería y servicios
Personajes
Retazos de historia
Tradiciones
Gastronomía
Enlaces
Vocabulario típico
Virgen de la Salud
Noticias
Mis críticas
Vídeos



Página alojada en

LA FÁBRICA DE ELECTRICIDAD DE PIDO



El Concejo de Espinama fue, allá por 1926, uno de los primeros lugares de Liébana en contar con luz eléctrica, gracias a "La Fábrica" que se instaló en Pido. Dedico estas líneas a recoger su historia, una historia que comienza unos años antes al otro lado de la Cordillera.

Portilla de la Reina (León), 27 de julio de 1923. Un grupo numeroso de los vecinos del pueblo suscribe un documento en el que, «convencidos de la necesidad que tienen de un buen alumbrado», piden al presidente de su Junta haga lo necesario para establecer una central productora de electricidad. Entre los firmantes se incluye Pedro Martínez, quien los meses siguientes sigue con atención, y en contacto con el responsable, la instalación de dicha central.

Pedro Martínez, promotor de La Fábrica. Pulse para verla más grande
Acabada la misma y visto el resultado, Pedro Martínez Prieto decide instalar él una central y para ello piensa en Liébana. Dobres es su primer objetivo pero un diputado «le dijo que no lo pusiera porque estaban denunciadas las aguas». Poco después, su tío Jerónimo Prieto se entera en Potes de que tío Claudio vende el molino de la Pisa en Pido y le manda recado. Llega a un acuerdo con tío Claudio y se lo compra por seis mil pesetas, firmando en Portilla la escritura. Es 1925.

Inmediatamente, como recuerda su hija Feliciana Martínez, Ciana, Pedro, pese a no tener estudios, comienza a hacer las mediciones, los planos… Se los lleva a un ingeniero que los ve tan acertados que, sin tan siquiera visitar el lugar, los da el visto bueno. La instalación avanza rápidamente. Se instala la turbina traída de Alemania, el regulador, el cuadro desde el que se controlaba todo…

Es en diciembre de 1926 cuando comienza la producción de electricidad. En la página de "Pido. Antropología de una aldea lebaniega" leíamos, antes de que dejara de funcionar, cómo era el mecanismo utilizado:

«La Fábrica era una "minicentral hidroeléctrica", que a través de una dinamo, convertía la energía del agua en energía eléctrica. El mecanismo de funcionamiento de La Fábrica era similar al del molino que ya existía allí. El agua del río se conduce hasta La Fábrica mediante un canal, hecho de piedra, y se deposita en un pozo o embalse (este embalse está dotado de una compuerta o aliviadero, que se abría cuando el molino o La Fábrica no estaban en funcionamiento, para evitar la excesiva acumulación de agua y un previsible desbordamiento). Al igual que el molino harinero, hay un rodezno o rueda que gira por acción del agua, y éste, a través de un sistema de poleas, hace girar una correa que está unida a la dinamo, y que transmitía a ésta su movimiento, haciendo rotar su eje. Era en la dinamo donde se transformaba la energía del agua en energía eléctrica. La dinamo que había en La Fábrica producía una corriente de unos ciento veinticinco voltios, y compartía la polea que conectaba la turbina con la dinamo, con los molinos. Se aprovechan ambos ingenios, ya que mientras que por el día se ponía en funcionamiento el molino, por la noche la dinamo proporcionaba luz eléctrica al pueblo».

Muestra de las instalaciones de La Fábrica. Pulse para verlo más grande
Dinamo traída de Alemania. Pulse para verlo más grande

La luz se pagaba en función del número de bombillas. Ciana recuerda aún las tarifas: «una luz, dos pesetas; dos luces, catorce reales; tres luces, cinco pesetas». Sólo tenían contador -porque tenían muchas luces- don Vicente Celis y don Lino González. Fue a partir de 1962, aproximadamente, cuando se instalaron más contadores. Recuerda, también, la generosidad de su padre que cuando había alguien enfermo, le ponía una luz sin coste, lo mismo que cuando se mataba el cerdo en una casa. En la iglesia de Espinama, también tenía puesta una lámpara gratis.

De la zona que cubría la central de Pido nos da idea la noticia aparecida en el periódico La Voz de Liébana en 1930 que dice que «don Pedro Martínez Prieto ha solicitado autorización para establecer una línea de transporte de energía eléctrica a baja tensión para suministro de los barrios de Braniella, Pido, Rasturo, La Posada y Quintana, todos del pueblo de Espinama».

En el mismo ejemplar de La Voz de Liébana se informa de las «grandes obras realizadas en Los Llanos por el ingeniero de Potes don Manuel Palacios», que «han proporcionado buenos jornales y han dotado a este valle de Camaleño de una importantísima central eléctrica que puede surtir de fluido al conjunto de Liébana». Este fue uno de los problemas a los que se tuvo que enfrentar Pedro a los pocos años de haber comenzado a producir: la competencia de la mucho más potente central de Los Llanos que llegó hasta Espinama. Así lo recuerda Ciana:

«Primero era lo nuestro solo. Después ya vino Palacios. Entonces, ni él estaba servido ni nosotros, así que firmamos un convenio, Palacios y mi padre. Él no podía subir a Pido y mi padre no podía bajar a Espinama y así estuvo hasta que después vino Viesgo, Bedón».

Toda la familia de Pedro estaba especialmente sensibilizada con el funcionamiento de la luz. Recuerda Ciana cómo «había una avería en la luz y como por resorte todos decíamos "¡Que hay avería!"». También recuerda la cantidad de llaves de portalámparas que tuvo que poner ella y cómo le dolían los dedos de los alambres. Otro recuerdo de Ciana es el aviso de alguna vecina "Tío Pedro, que no tengo luz" y para allá iba él a ponerle la luz.

Muro de la presa. Pulse para verla más grande
El funcionamiento de La Fábrica se enfrentaba a diversos problemas a lo largo del año. En otoño el problema eran las hojas de los árboles que arrastraba el río y que cegaban la rejilla. Había que estar retirándolas continuamente, incluso de noche, por lo que se tenían que acostar tarde. En invierno era la nieve, que se acumulaba en los cables, y había que varearla para que no cedieran.

El mayor problema, sin embargo, era el que padecían en verano: la ausencia de agua. El río llegaba casi a secarse muchas veces y aunque Pedro intentaba hacer retenes previos al pozo, que iba abriendo progresivamente, de poco o nada valían.

Fue precisamente esto lo que provocó que la gente se quejara del servicio y lo que hizo que, a mediados de la década de los 1960, cuando se promovió que les quitaran el suministro y fuera prestado por la Electra Bedón, solo tres vecinos no firmaran. En La Fábrica, lógicamente, sintieron la falta de apoyo de los vecinos, máxime cuando, como se ha dicho, Pedro había tenido siempre detalles con los vecinos, aunque reconocen que en verano se daba poca luz. El cese definitivo de la producción se produjo hacia 1967-68, poco después de la muerte de Pedro ocurrida en mayo de 1966.

Recibo de 1962 de la Electra de Espinama. Pulse para verla más grande
La Fábrica de Pido utilizó como nombre comercial el de "La Leona", con el que Pedro quería mostrar su condición de leonés. Con el tiempo también utilizó el de "Electra de Espinama" según se aprecia en el recibo aquí incluido.

Durante unos cuarenta años, por tanto, Pido y, en menor medida, Espinama contaron con suministro eléctrico producido in situ, lo que, en su momento, fue un importante avance. Hoy, como recuerdo, se mantiene, ya como mero topónimo, el de "La Fábrica".




© Gabino Santos Briz
Prohibida la reproducción sin citar la fuente