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FIESTA DE SAN ROQUE EN PIDO EN 1930




La celebración de San Roque en Pido ha tenido momentos de más esplendor que otros. Allá por 1930 atraía romeros de diferentes pueblos como contó el periódico La Voz de Liébana del 15 de septiembre de aquel año. Bajo el título "La romería de San Roque en Pido", "M.C. de P." que firma la noticia, escribió:

«En Cosgaya, la víspera de San Roque, tuvimos el gusto de saludar a los apreciables amigos del pueblo de Tielve, don Cristóbal Pérez, don Angel Collado, su hermana Anita, la señorita Oliva Herrero y a una amiga de ésta, hija del rico vecino de dicho pueblo, don Fernando Campo, a quienes acompañaba don Manuel López, dueño de la acreditada fonda de Carreña y empleado del Banco Herrero. Iban, como otros muchos, camino de Pido, para asistir a esta romería que cada año tiene más nombre.

Imagen de San Roque de Pido. Pulse para verlo más grande
El día de la fiesta se veían grupos de romeros que cantando no se sentían fatigados.

Las personas citadas eran acompañadas por buenos amigos de Espinama. Recordamos de los que estaban allí a don Julián Llanes y señora; don Saturnino Calvo, don Tiburcio de Benito, don Desiderio Prieto, don Quirino de Benito, don José Briz, don Jesús Calvo, don Vicente Briz, don Emiliano de Celis, don José Vázquez, don Mariano Torre, don Cayo Gómez y un manojito de señoritas de los Torres de Campollo y Dobarganes.

Las cocineras de Pido se acreditaron, cocinaron mucho y muy sabroso. No olvidaremos las exquisitas viandas que nos preparó la señora Micaela, viuda de Benito y madre de los ricos indianos don Angel, don Paco, don José y don Leoncio, residentes en Santander y Camagüey.

Un día es un día, ¡pero tres o cuatro! ¿Quién no queda satisfecho?

Recuerdo de hace cuarenta años que a San Roque no se le concedía más que un día de fiesta, pero ahora...

A las diez y media tuvieron lugar los divinos oficios, en donde nos congregamos gran número de fieles, ávidos de oir la palabra sagrada, estando a gran altura el orador, digno párroco de Espinama, don Benjamín Briz.

El coro a cargo de Saturnino Calvo, don Manuel Calvo y dos hijos de éste, quedaron muy bien.

Después de la Santa Misa desplegamos unos para el Otero, otros por Barniello
[sic] y otros por la barriada del señor Prieto y todos nos reconcentrábamos en los comedores de las casas de hospitalarios amigos, donde nos servían tostadillo, blanco, coñac y otros licores, ¡qué de brindis! ¡qué de tartas y flanes! Y después ¡qué cafe neto de Cuba!

¡Y qué aroma el de los cigarros!

Bueno, lo que decía un anciano: «¡Qué le vamos a hacer! Al mal tiempo buena cara y que ruede una bola»

A las dos empezó la fiesta profana, que estuvo concurridísima de bailadores y espectadores, todos hacían su papel.

Entre las muchas y muy bellas señoritas pude ver a Emiliuca Calvo, Natividad de Celis, Prudencia Briz, María Garrido, Vicenta Vejo, Josefa Beares, María y Francisca Llorente, Mariana y Serapia Briz, Francisca Benito, Fernanda Briz, Pilar Sebranjo
[sic], Matilde Briz y otras muchas.

En el grupo de comensales tuve el gusto de ver a la distinguida señora doña Raimunda Zarta de Prieto y su hijo Chuchín; sus hermanas políticas doña Juliana y doña Victorina Prieto; la distinguida señorita Caridad Palacios; los simpáticos niños Fonsín y Araceli Alonso Diez, hijos de nuestros buenos amigos don Clodoaldo Alonso y doña Simona Díez; abogado, don Fidel Gómez Enterría; ilustrado procurador don Gregorio Muñiz y su hermano don Angel y sargento don Francisco Sebranzo
[sic] y esposa.

La fiesta se deslizó con grandísima alegría y a los acordes finales oimos cantar a voces femeninas:

Por cantar y bailar
no se perdió ninguna,
sólo se pierden porque las sigue
la rueda de la fortuna.


Y las señoritas de Tielve cantaban:

Aunque estoy en tierra ajena
no vengo a buscar amores,
que los tengo en la mía
como ramitos de flores
».


Hasta aquí el relato de M.C. de P. Aunque no da muchos detalles de la fiesta y comete algunos errores como cambiar el nombre del barrio de Braniella y de apellido al cura (era don Benjamín García, no Briz) o escribir erróneamente el apellido Sebrango, los muchos nombres que cita probablemente sean del agrado de muchos.


© Gabino Santos Briz, 2016