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TEJERAS EN ESPINAMA



Desde hace siglos, junto a piedra y madera, las tejas eran el otro material imprescindible en las construcciones que se realizaban en el Concejo de Espinama. La elaboración de la teja implicaba un complejo proceso, que exigía disponer de un horno y de abundante combustible para él, además de unos conocimientos para saber cocerla hasta el punto preciso. Por ello, en Espinama se recurría a contratar su fabricación con personal especializado en la materia, que procedía normalmente del concejo asturiano de Llanes. Vamos a ver varios ejemplos de la segunda mitad del siglo XVII.

El primero data de 1669. El 19 de mayo de aquel año, los regidores del Concejo de Espinama, que eran Blas García de Bulnes, Juan Briz y Juan de la Portiella, contrataron con el «oficial de texa» Pedro de Suero, vecino de Llaborín en el Concejo de Llanes, que hiciera teja para el Concejo, en la parte en que mejor comodidad hallare. Tan importante era para el Concejo disponer de la teja, que se comprometió, no sólo a pagar 50 reales por cada millar de tejas y cuatro ducados para horno y masera, sino también a proporcionarles monte franco para cocer la teja y seis obreros para componer el horno.

Éste se estableció en Igüedri. Así se desprende del contrato firmado para el año siguiente, 1670. En él, Pedro de Suero, junto con su hijo (Pedro de Suero el Joven), se obligan «a hacer toda la teja que pudieren trabajar en la tejera de Igüedre donde la hicieron este presente año para este Concejo en común». A cambio, el precio se mantiene en los 50 reales por cada millar de tejas, además de cuatro ducados para horno y masera, y el monte franco para cocer la teja, aunque ahora se precisa que «esceto no siendo deesa y parte vedada». Se añade también que la teja debe estar libre de alcabala y tributo y que la teja ha de ser de buena marca y bien cocida, nombrando cada parte a una persona que lo verifique.

Para el año 1673 el contratado fue otro vecino del concejo de Llanes, aunque esta vez del pueblo de Caldueño: Juan de Amieba. Las condiciones establecidas son similares, si bien el precio sube hasta los 55 reales por millar de tejas. La tejera de Igüedri quizás no se conservara ya, pues se vuelven a estipular cuatro ducados «para hacer horno y masera», además de doce obreros «para hacer la casa». Pero lo más destacado de este nuevo contrato es la precisión que se hace en el sentido de que la teja que haga ha de ser «para el dicho Concejo en común y no para ningún particular». Esta condición introduce la duda de cómo se distribuía después entre los vecinos, de si el Concejo cobraba a cada uno según las tejas de que dispusiere, etc.

En 1680 es otro vecino del concejo de Llanes -de Posada, esta vez-, Antonio Gutiérrez el contratado. Se mantiene la obligación de hacerla para el Concejo en común así como los cuatro ducados para horno y masera si bien el precio vuelve a ser de cincuenta reales el millar, reduciéndose a diez los obreros que ayudan a hacerlo y añadiéndose dos cántaras de vino al importe. Sin embargo, lo más significativo es el detalle que se da acerca de la teja que ha de ser bien cocida y de buena marca «que se entiende media barra cocida bien bañada y gorda y que no siendo buena dicha teja no pueda obligar a dicho Concejo a tomarla no siendo de dar y tomar».

En 1684 se produce una ruptura. Seis vecinos del Concejo (Pedro Pérez de Bulnes Agüeros, Pedro Llorente el viejo, Pedro Santos, Juan de Benito, Juan Briz Rojo y Domingo Santos) contratan por su cuenta a unos «maestros de tejería» para que les hagan ocho hornos de teja. Por tanto, ya no es el Concejo en común el que encarga la elaboración de la teja. Los tejeros, Antonio del Otero y Toribio Ruenes, siguen siendo de la zona de Llanes: son de Naves, jurisdicción de San Antolín de Vedón, habiendo trabajado el año anterior en el Concejo de Cosgaya. El lugar donde harán la teja también se mantiene: la tejera de Igüedri. El precio baja notablemente ya que se estipula en treinta reales por millar, siendo sólo cuatro el número de obreros que se les facilita para «hacer la casa», dándoles también una fanega de trigo -para componer el horno y masera- y el pan que consumieren. Los receptores de la teja se obligan a «llegar toda la leña que fuere necesario para cocer dicha texa, dándonoslo dichos maestros cortada por su cuenta». Entre ellos, se adjudican los ocho hornos (para Pedro Pérez de Bulnes, tres hornos; Pedro Llorente, uno; Pedro Santos, otro; Juan Briz y Juan de Benito, otro; Domingo Santos, otro; y el primero que saliere ha de partirse entre todos) y se deja abierta la posibilidad de que, si hicieren más teja que esos ochos hornos y no la quieren los contratantes, se la puedan vender «a quien bien visto les sea en el Concejo».

Hay que hacer constar que, por aquellos años, existió otra tejera en el término denominado La Panda, según se deduce del testamento de Pedro Llorente de 1682 que habla de «toda la teja que le tocó de la tejera de La Panda». No se puede precisar si dicha tejera fue simultánea a la de Igüedri, pero sí que parece que era comunal y de ahí el empleo de la expresión «le tocó», aludiendo probablemente al reparto entre los vecinos.

Teja de 1775 que se conserva en una casa del Concejo. Pulse para verla más grande

La elaboración de tejas a cargo de los tejeros asturianos debió seguir realizándose en los siglos siguientes. Una teja, que se conserva en una casa del Concejo, con la siguiente inscripción, vendría a confirmarlo: «Esta teja la yzo agustin Diez Bulnes y Frco [Francisco] Galan Pedroso vecinos del lugar de Ardisana qqo [concejo] de Llanes el año de mil sepetezientos septenta y zinzo 1775».

Incluso testimonios recibidos de espinamenses actuales indican que la última tejera que hubo en el Concejo, allá a finales de la Guerra Civil de 1936-39, radicó en el lugar denominado La Regollá y que fueron asturianos quienes la trabajaron.

Estos mismos testimonios recuerdan la existencia de otras tejeras en Fuente Dé (funcionó con leña de haya), en La Tejera (también en Fuente Dé), en Igüedri (en Collao Campo, en concreto) y en El Hoyo (donde se hizo un solo año, utilizando para cocer la teja, escobas). También en Pierga, en el Cotero Nicolás, consta que había existido anteriormente.

Por tanto, la elaboración de tejas, necesarias para cubrir las construcciones, se ha realizado durante siglos en el Concejo.



© Gabino Santos Briz
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