Portada
Portada antigua
Presentación
Ubicación y accesos
Algunos datos
Espinama en las Artes
Geografía
Los pueblos
Naturaleza
Imágenes
Rutas
Hostelería y servicios
Personajes
Retazos de historia
Tradiciones
Gastronomía
Enlaces
Vocabulario típico
Virgen de la Salud
Noticias
Mis críticas
Vídeos



ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE COSGAYA



Indiano, fundador de Obra Pía. Nace en Espinama, donde es bautizado el ocho de marzo de 1697. De muy joven, marcha para las Indias, estando muy extendida en Espinama la tradición que dice que, cruzándose Alejandro y su hermano, cuando marchaban para América, con una viejuca, ésta les dijo que "no seréis vosotros los que allanéis el Coteru Conecho", lugar en el que muchos años después radicaría su Obra Pía.

En 1729 Alejandro Rodríguez de Cosgaya embarca en Cádiz para Indias como criado del mercader berciano José Díaz de Guitián. Tres años después, en 1732, vuelve a embarcar pero esta vez ya como mercader, cargando ciertas mercancías, cosa que volverá a hacer en 1735. Junto a él, en estos viajes y en las mismas circunstancias que él (en el primero como "criados" y en los segundos ya como "cargadores"), embarcan Alejandro Álvarez de Gutián (del Bierzo) y Félix Almará (de Mataró), con los que, parece, formó equipo. De hecho, pudo conocer a Álvarez de Guitián veinte años antes, según la información presentada para el embarque en 1732, lo que lleva a José Manuel Prellezo, gran investigador de la vida de Alejandro Rodríguez de Cosgaya, a aventurar la posibilidad de que éste haya pasado en tierras leonesas bastantes años antes de llegar a Andalucía.

En Méjico, Alejandro Rodríguez de Cosgaya se dedica a la importación de papel, según Ildefonso Llorente. En los documentos de 1732 y 1735 no se especifica, sin embargo, el tipo de mercancías que embarcaba. Lo que está claro es que en Méjico hace una gran fortuna, de la que, desde bien pronto, quiere hacer partícipes a sus familiares y vecinos.

En efecto. Ya en 1748-1749, pide a don Bernardo Díez de Encinas y Noriega, sacerdote de Espinama, que empiece la construcción de una casa "para que sirviese de educación y enseñanza a trece niños desde ponerles la cartilla en la mano hasta haber aprendido filosofía", incluyendo en la misma una capilla. Para ello, le manda diversas cantidades de dinero, lo que permite que, en 1752, don Bernardo le comunique que la obra "cuasi en lo material está concluida". Sin embargo, Alejandro atraviesa momentos difíciles en sus negocios, de modo que no puede enviar más dinero entonces.

Es en 1768, cuando, al hacer testamento y recuperado económicamente, retoma su antiguo proyecto con el que pretende "el bien y alivio así de todos los de mi linaje como del común de mi patria, y en algún modo mostrarme agradecido a Dios Nuestro Señor de los muchos beneficios que de su liberalísima mano he recibido". Manda, para ello, que se vayan vendiendo progresivamente sus mercaderías y se vayan enviando a su hermano Matías, vecino de Espinama, los dineros necesarios para acabar lo iniciado además de para hacer imposiciones que, con sus rentas, permitan sufragar todos los gastos de mantenimiento de los estudiantes, sus maestros, sirvientes y asistentes, en total "hasta veinte o veinticinco personas".

Establece, asimismo, ante la posibilidad de que no se autorice la creación en Espinama de la escuela de gramática y filosofía (estudios éstos que, en aquellos tiempos, se consideraban materia básica de la enseñanza superior), que "se mantengan dos de ellos [de los alumnos] en alguna de las universidades o estudios de Castilla costeándolos el patrono de dicha casa hasta que estén aprovechados".

La "inauguración" oficial de la casa tiene lugar en 1779, cuando el fundador ya había fallecido años antes. Ya antes de esa inauguración, sin embargo, debía haber empezado a funcionar. En 1775, al menos, ya existía un maestro de gramática y retórica, Pablo Alonso, según constaba en las inscripciones existentes en el edificio.

En total, Alejandro Rodríguez de Cosgaya y sus albaceas debieron remitir, en pesos, del orden de 5.147.958 reales de vellón, sin contar muchas alhajas de plata y oro para el servicio de la Obra Pía. De aquel dinero se emplearon en adquirir fincas, prados, etc. (parte de ellos en Castilla) unos 3.043.359 reales, rentando unos 50.000 reales al año, a lo que se añadían los intereses de varios préstamos.

Sin embargo, pronto surgen dificultades: dificultades entre los propios familiares miembros del Patronato, con acusaciones hacia alguno de ellos de utilizar arbitrariamente parte de los fondos; dificultades con los otros familiares, a quienes interesaba que se aplicara la menor renta posible a la fundación para que quedase más a repartir con ellos; dificultades con el Ayuntamiento de Potes, que, alegando "su capitalidad, mejor clima, mayor vecindario y más comodidad para alojar a los que concurriesen a estudiar", reclama para sí la fundación. En 1798 el Real Consejo de Castilla resuelve ese primer pleito a favor de Espinama, pese a que el lugar no reunía los requisitos que las leyes en vigor establecían para ese tipo de estudios.

Rápidamente, se abre un frente nuevo. La Sociedad Cantábrica es autorizada en 1801 a "establecer bajo su dirección un Seminario de Educación, aplicando para dotarle las rentas de los estudios de Gramática y demás fundaciones de Educación del territorio Cantábrico que no estuviesen arregladas a la ley recopilada...". Acogiéndose a ello, reclama –y se le concede, en 1804- todas las pertenencias de la Obra Pía de Espinama, no sin la oposición previa de los parientes del fundador y los vecinos del Concejo. La Sociedad Cantábrica debía mantener la escuela de Espinama y acoger en su Seminario a trece alumnos del pueblo. Los primeros de éstos llegaron a Comillas, donde radicó inicialmente ese Seminario (luego, pasó a Astillero y Santander), en ese mismo año de 1804, al parecer bastante mal preparados, si bien a los pocos meses presentaban grandes avances.

La Guerra de la Independencia contra los franceses supone un retroceso importante para la Obra Pía. Por una parte, su edificio es ocupado y sirve de sede al hospital y almacén del ejército cántabro, sufriendo un importante deterioro. Por otra, se pierden cantidad de escrituras y documentos, dejándose de percibir las rentas de muchas de las fincas. Además, la Sociedad Cantábrica desaparece. Por ello, en 1821, vuelven los responsables de la Obra Pía a intentar que se les devuelvan los bienes para restaurar la fundación en Espinama, cosa que se les concede en 1831. Sin embargo, el gozo iba a durar poco ya que en 1835 se restablece la Sociedad Cantábrica y su Seminario de Educación, recuperando nuevamente los bienes y, esta vez, sin contrapartida efectiva para Espinama, ya que el compromiso de acoger alumnos del lugar no se llegó a cumplir. Además, en 1839, se crea el Instituto Cántabro al que se le asignan las rentas del Seminario de Educación, dándose por anulada la cláusula del testamento de Alejandro Rodríguez de Cosgaya que estipulaba que trece alumnos debían ser mantenidos con su fundación, alegando el carácter provincial del nuevo Instituto.

Con la creación, en 1841, de la Sociedad Económica de Amigos del País de Liébana, en Potes, a la que la "Junta de Parientes" del fundador apodera, se realiza uno de los últimos grandes esfuerzos para conseguir que vuelva a Liébana lo que nunca debió salir de ella. Sin embargo, la Sociedad Cantábrica resiste las presiones de aquélla. Los posteriores intentos surgidos desde Espinama nada consiguieron, y los bienes de la Obra Pía, cada vez más reducidos, fueron pasando por varias instituciones (Junta de Beneficencia, Instituto de Enseñanza Media de Santander –hoy, de Santa Clara-...), sin que Espinama volviera a beneficiarse de los mismos.

Como ha puesto de manifiesto José Manuel Prellezo, cuyo libro "Utopía de un indiano lebaniego" recomendamos a quien quiera profundizar más en el conocimiento de los avatares de la Obra Pía de Alejandro Rodríguez de Cosgaya, ésta estuvo lejos de ser, como se ha escrito en muchas ocasiones, un antecedente de las universidades laborales, si bien muestra la sensibilidad por la instrucción popular de su fundador.

Decir, por último, que de los bienes en que se materializó la Obra Pía poco queda. El edificio fue finalmente demolido en 1966, levantándose en el lugar en que se hallaba la nueva iglesia parroquial, salvándose de aquél tan sólo el escudo que se instaló en ella. De las dos "santinas" de marfil que existían en la capilla del Rosario, se ignora su paradero desde que, en 1937, durante la guerra civil, fueran robadas por milicianos de la República.

Alejandro Rodríguez de Cosgaya, en su testamento, hizo otras mandas a favor de su pueblo. A la parroquia mandó una colcha de seda blanca sin estrenar que sirviera de palio al Santísimo y una custodia de plata sobredorada, entre otras cosas. También estableció que se construyera un puente que permitiera el paso de dos hombres, sin estorbarse, puente que debía tener "barandas fuertes por uno y otro lado y tupidas o pretiles de cal y canto, de suerte que no puedan caer al río muchachos o ganados". Este puente puede ser el que hoy es conocido como "de San Vicente" o el de La Gatera. Este último puede encajar mejor, por su ubicación, en lo manifestado en 1790 por los patronos, que tuvieron que «hacer un puente de nueva planta que con antelación se mandó fabricar por el Don Alejandro y se fabricó en el caudaloso río de Deva para facilitar el libre paso y comunicación de este barrio de Espinama con el de Pido».

Como se ve, Alejandro Rodríguez de Cosgaya quiso dar a buena parte de la fortuna que había reunido un uso social, en beneficio de su pueblo. ¡Lástima que, sin embargo, no se pudiera beneficiar de la Obra Pía como él hubiera deseado!

© Gabino Santos

Página alojada en