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HABLANDO CON... CONSUELO BEARES CELIS




Consuelo con su sobrina el día de San Roque de 2008

Consuelo Beares es de Pido y tiene tras de sí una larga historia. A ella se debe el reconocimiento alcanzado por el llamado "queso de Pido". Ahora vive en Torrelavega con sus hijos, aunque de vez en cuando va a pasar unos días a Pido como un día de octubre en que coincido con ella:

-Vd. ¿cuándo nació?
-El 16 de julio de 1916.
-¿Fueron muchos hermanos?
-Once. Vivimos en Pido, Luisa, Juana y yo. Otro hermano, Eulogio, vivía en Potes. Otro murió en la guerra...
-¡Vaya!
- Se llamaba Felipe. Había hecho la mili en África y, como no tenía otra cosa, se quedó de militar al acabarla. Cuando la guerra estuvo herido en Santander. Murió en Asturias, en Arriondas.
-¿Qué recuerda de la escuela?
-Entonces se empezaba la escuela a los siete años y se estaba hasta los catorce. Yo fui a la Obra Pía…
-¿Se acuerda de alguna maestra?
- Sí, de doña Eustaquia, la de Las Ilces, que era muy buena maestra. Y de Isabelita, de la que decían que no era tan buena. Nos enseñaban a coser también.
- ¿Y pegaban?
- Cuando hablabas o no sabías la lección nos hacían poner los dedos juntos hacía arriba y nos daban.
-Entonces, en la escuela ¿hasta los catorce años?
- Sí pero estaba todavía en la escuela cuando empecé a servir. Tendría doce o trece años. Cuidaba a Tea que tendría dos años. Sus padres, Consuelo, que era mi madrina, y Benigno pidieron a mi madre que si yo podría ayudarles con Tea y antes y después de la escuela iba a cuidarla. Un día fui con Tea en brazos hasta Regollá, en Las Ilces, donde tenían una tierra de la que habían empezado a sacar las patatas que se iban gastando. Saqué unas patatas y las bajé en el cestaño con la niña también en brazos. En casa, preparé las patatas en la cazuela y después fui con la niña hasta Corona (en Igüedri) donde estaban segando la paja.
-¡Buena paliza!
-Ya ves.
-¿La pagaban?
-No. Se lo había pedido mi madrina a mi madre. Me daban la manutención. Después me fui a servir a Potes y luego a Santander. Me llevó Ángel Benito a La Alfonsina, donde estuve de ayudante de cocina. Me acuerdo que lloré mucho cuando trasladaron a la monja que estaba conmigo.
- Ahí ya cobraba…
-Cobraría… unos tres duros al mes. Luego, con mi hermana fui a servir a casa de Saturnino, el padre de Cuca. Allí había menos trabajo que en La Alfonsina y tenía vacaciones. Después, un hermano que estaba en Oviedo me buscó allí una casa, donde ganaba más, y de allí fui a Barcelona, a casa de dos señoras solteras, donde ya ganaba veinte duros. Este trabajo me le consiguió una que había estado conmigo en Oviedo. Cuando vine de vacaciones, mi madre se puso enferma y ya no volví.
-¿Y aquí?
-Mi padre trabajaba en la mina de Áliva y conocía el mineral. Un día, estando con las cabras en la Peña, vió brillar y se dio cuenta que era mineral. Lo escarbó y vió que había filón. Para que no se lo quitaran lo denunció. Aunque en casa tirábamos para atrás, se metió a ello. Luego, como era mucha contribución lo que había que pagar tuvo que vender la mitad a Luis María.
-¿Su marido?
-Sí. Luis María conocía al ingeniero Gonzalo Pardo y se lo enseñó y vió que era bueno. Habló con la mina y se lo arrendaron pagándoles un tanto del mineral que sacaran. No fue mucho porque el transporte no compensaba pero Luis María entró en Las Manforas de encargado y vigilante.
-Como él estaba en la mina ¿Vd. trabajaría mucho?
-Tuve que encargarme de todo lo del campo, la tierra, las dos vacas, los muchachos…
-¿Y el queso?
-Cuando dejó de subir el lechero pues, digo, qué hago con la leche y empecé a hacer queso y bajarlo a Potes al mercado. La primera vez bajamos Carmen Camacho y yo. No sabíamos a cómo venderlo ni nada y lo dimos a como nos daban. Perdimos dinero. Carmen dijo que no volvía. Pero yo seguí bajando a Potes al mercado de los lunes. Ya yo iba. Y después ya muchas del pueblo.
- Empezaron a bajar
-Ya empezaron a bajar el queso. Hacían queso y lo bajaban.
-¿Quiénes por ejemplo? [No escucha mi pregunta y sigue]
- Pero después me hice con Risco [Se refiere al Hotel-Restaurante Risco, de Laredo, dirigido entonces por Zacarías Puente, que organizaba anualmente una Feria del Queso Artesano] que fue a comprarme queso. Les gustó mucho.
-¿Allí, en el mercado?
-En el mercado, sí. Y ya teníamos mucha amistad y vendíamos mucho. El queso que yo llevaba era de vaca pero estaba hecho de diferente manera que otras, o sea… no sé, gustaba más. Y así empecé.
-Entonces ¿no lo hacía igual que las otras?
-No, no. Diferente.
-Y eso ¿por qué?
-Bueno, porque yo a mi manera lo hacía y ellas hacían de otra. Se hace de varias maneras. Y yo empecé a hacer a mi manera. Yo empecé a revolver, a ver que tal salía, lo empecé a revolver, a revolver y se hacía como mantequilla y lo que era tierno se echaba por arriba del pan y gustaba mucho. Y yo no sé el gusto o lo que sea, que cuando fuimos a la exposición a Laredo que gustó mucho el queso y todo eso y ahí empezó a tener la fama esa.
-¿Y la dieron el diploma?
-Nunca me dieron nada.
-Un diploma
-Un diploma, sí
-¿No tenía premio en metálico?
-Nada, nada. Le tengo ahí puesto en la casa pero no me dieron nada más. Y luego en Tama que dí un curso y fueron muchos tampoco me dieron nada.
-¿Tampoco?
-Tuve mucho éxito con él porque lo que vendían fresco pues no era como lo mío al parecer, les gustaba mucho más lo mío, tuvo más éxito y por eso me hacían a mi y nada más.
-¿Hasta cuándo siguió haciendo queso?
-Mientras pude. Muchos años eh, muchos años. No sé hasta cuando pero muchos años. Porque después yo ya no tenía vacas ni nada, me parece que te lo dije [me había comentado que un año, cuando la avisaron del Risco para ir a la exposición al decir que no podía, que no tenía queso porque no tenía leche, le dijeron que tenía que ir, que no podía faltar y le subieron leche desde Potes para que hiciera queso para la exposición], que empezó otra vez el lechero y yo seguí con el queso porque me iba bien y al seguir con el queso yo, de la vaca mía, pues después pensamos vender las vacas mías y comprar la leche.
-Era mejor claro.
-Sí. Me salía más barato, o sea, no ganaba tanto pero salía mejor por otra parte porque no tenía trabajo de ellas.
-¿A cuánto la pagaban un queso entonces?
- Bueno, no me acuerdo ya. Yo hacía unos quesines redondos pequeñitos y me parece que los vendía a cien pesetas pero no sé el peso, no me acuerdo el peso… y a como andaba pues vendía lo otro. Después ya hasta compraba por los pueblos queso de…porque lo de cabra es mejor queso eh, y compraba y volvía a vender y a la vez que vendía lo mío, compraba más y vendía. Estuve unos cuantos años. ¡Mientras pude! No me acuerdo de los años pero muchos.
-Contenta de haberlo hecho.
-Sí, me fue bien. Incluso a la vez iba a manzanilla e iba a té…
-y lo bajaba
-...hacía manojitos y lo vendíamos. Sacábamos para el viaje.
-La manzanilla ¿a Salguereo?
-A Salguereo que ahora no hay ná. Se descastó. Pero entonces había manzanilla, mucha manzanilla. Era muy bueno la manzanilla de Salguereo.
-Y ¿no había en ningún otro sitio?
-Sí, también hubo algo aquí para esta parte, para… [duda] Ciñares. Y por arriba del cementerio, en El Hoyo, por ahí también había algo. En algunos sitios pero donde más era en Salguereo y arriba en Cotiquilar.
-Entonces ¿contenta de lo que ha sido su vida?
-Sí, contenta, con salud y gracias a Dios…contenta.

Hasta aquí la conversación con Consuelo pero hay algo más. Consuelo, en sus largos ratos en el monte con el ganado, se dedicaba a componer una especie de trovas que, al menos hasta hace unos pocos años, recitaba pausada y entonadamente. En los siguientes enlaces se leen algunas de ellas, como este cuento de Navidad o ésta dedicada a Fuente Dé.


© Gabino Santos Briz, 1/12/2009