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HABLANDO CON... ROSA RODRÍGUEZ




El 19 de agosto de 2009 me encuentro en Espinama a Rosa Rodríguez Calvo, sentada a la puerta de su casa, a la sombra. Es la "abuela del Concejo". Tiene 97 años. Nació el 9 de enero de 1912. Tiene muy buena memoria y todavía -me cuenta- se hace su comida, limpia, cose y plancha.

Rosa con su hijo Ángel


- Vd. ¿era de Pido o de dónde es Vd.?
- ¿Yo? De aquí.
-¿Nació en Espinama?
-Nací en Espinama y José, el de Pido, el del Otero, que le llamaban 'Parrina' ¿tu le conociste?
- Me suena.
- Bueno, pues ese era primo carnal de mi madre y yo me escapaba todos los días allí porque murió mi abuela y la madre de él era hermana de mi abuela y me escapaba allí. Y todos los días iba para Pido. Todos los días.
- Entonces ¿le gustaba más Pido que Espinama?
- Sí, me gustaba mucho estar en Pido.
- Y eso ¿por qué?
- Como había muerto mi abuela y tenía aquélla allí y mi tío y todos y era muy amiga de tus tías, de todas.
Se refiere a mi abuela Marcelina y sus hermanas. Tras unos momentos hablando de éstas, intento, sin conseguirlo, volver a algo que me había comentado antes de empezar a grabar:
- Y entonces los de la ronda de Pido ¿rondaban mucho?
- De Pido me recuerdo mucho. Tengo buenos recuerdos. Vivía en la casa que ahora la habita Laurita. La arregló Laurita, al parecer. Y allí por aquel callejón ¡cuánto yo subí y bajé! Iba por las tardes. Salía de la escuela, de aquí de… y me plantaba en Pido a meter los cabritos para que cuando vinieran a la tarde las cabras no mamaran.
- Para poder ordeñar.
- Para ordeñar. Y algunas veces se me escapaban para Jampudia. ¡Cuánto corrí! Y otros para encima de donde vive Mari Pérez, ¿cómo se llama?
- ¿Torejón? ¿Peña Picuda?
- -¡Eso! Y había un señor que llamaban Serapio, era el padre de la madre de Apio, y me ayudaba mucho a meter los cabritos. Mucho.
Y sigue:
- Yo me hallaba mucho en Pido. Subía y bajaba… Algunas noches me quedaba a dormir. Algunas noches dormí en casa de tu abuela, con tus tías. Recuerdo que era una ventana que daba para la calle de arriba y en vez de ser así llana era así un poco picuda, la ventana. Y allí había una caja de polvos, de estos que se daban antes en la cara ellas y olía muy bien, muy bien.
- ¿Y alguna vez se lo echaría?
- Y yo no alcanzaba y con la escoba la eché abajo. Se cayó.
-¿Le riñeron?
- Noooo, nada. Entonces se lo dije, que lo había roto, que se había abierto y que… Eran de La Toja. ¡Mira que me recuerdo! Y no me riñeron, no. Eran todos muy buenos, Manuela, María Cristina, Marcelina y la otra… No me acuerdo. [Se refiere a Pilar]
Tras unos instantes, sigue:
- De lo de antes me recuerdo bien.
- Entonces, ¿iba a la escuela a la Obra Pía?
-[Ella sigue]¡Y cuando lavaban en la Fuente Mariana! Lo ví allí bien, bien, en casa de mi tío José. Petra se llamaba la hermana de mi abuela y le llamaba yo abuela y ¡hacía la manteca, las natas! En una olla grande echaba la leche y por una espita le sacaba lo de abajo y quedaba lo de arriba y después juntaba las natas, lo mazaba y ¡sacaba una manteca! ¡Uyyy, qué manteca! Y cantaba, según mazaba cantaba, que cantaba muy bien también. La madre de mi tío José, que la llamaba yo abuela, abuela Petra, que era la abuela de Carmen Benito, la de Mariano Bedoya ¿la conoces?
- Sí.
- Pues esa. O sea bien. Y cuando hicieron la Fuente Mariana, me recuerdo, cuando hicieron la Fuente Lucía abajo, ¿conoces la asturiana? [se refiere a Máxima, la madre de Juan Tomás].
- ¿Quién la hizo esa? ¿El pueblo?
- No, la de arriba don Eugenio y la de abajo, yo creo que fue el pueblo sí.
- ¿Se acuerda de algún romance?
- Antes sabía muchos. Venían de allá, de Castilla, un hombre y una mujer. Él era ciego y ella traía una pandereta muy grande y cantaba, cantaba unos romances de miedo algunas cosas. Ya no me acuerdo. Si oigo el empezar me recuerdo, si no no…

Recuerda su boda, muy jovencita, con Felix Campo Celis, con quien tuvo cinco hijos, y lo mucho que ha trabajado en la vida. Se acuerda, por ejemplo, de cuando tenían que ir a lavar al río, incluso en invierno. Un día, nevando, la tapaban su marido o el hijo con el paraguas mientras ella lavaba. ¡Cómo estaría el agua!

No es momento de seguir. Son casi las dos y Ángel, su hijo, ya ha llegado hace un rato. Si Dios quiere, seguiremos pronto.


© Gabino Santos